"EL TANICU"

                                     El mito duende de carestía o miseria...

La Fiesta del Tanicu 

                                     ...una tradición salavinera... 

Esta fiesta se realizo en Buenos Aires, Cap. Fed., con el fin de reca

udar fondos para poder ir a participar y Festejar a Santiago del Estero la Fiesta del Tanicu... 












 
...Un poco de historia...

                            El mito duende de carestía o miseria

La copla de Don Sixto Palavecino escrita hace más de medio siglo dice: 

“Tanicu petisu casca
llatan, sajra, chasquisapa
tullu porque es un ususcka”

(El tanicu es un petiso, desnudo, feo y puro pies, flaco porque es un carecido, sombrerudo y cabezón)

Reconoce míticamente ascendencia de “Supay”; ese es su linaje legendario. Duende de carestía o miseria, el ritual popular asevera que sus apariciones se dan cada primer domingo de octubre.
“Humaj domingu punchau Rosario quillaza” (El primero domingo de la Virgen de Rosario).
Justo cuando las lluvias luego de una prolongada sequía están en que caen o no, y la tierra Pachamama aún sigue sin entregar sus frutos. Pareciera que la pobreza con sus privaciones va a enseñorearse de los humildes hogares rurales del departamento Salavina: las piruja (trojas) están casi vacías, la hacienda animal macilenta por la falta de pastura y de humedad, un raquítico hilo de agua emerge del díscolo Mishky Mayu….
En medio de este cuadro desolador una figura entre grotesca e histriónica está atenta entre las breñes del monte.
Mujeres y hombres añosos de Tiun puncu, Telegué o Chospán, parajes situados en las inmediaciones de Salavina, dicen haberlo visto… “Presentarcuara Tanicu… visgu, chujchan sinchi, mana quirusnin; mapa y chaquin llatanlla; deberá cayta ancha ususcka porque ancha tullu cara…” (“Se me presentó el tanicu: era bizco, pelo duro y sin dientes; encima sucio y patas pila deberá ser muy miserable porque puro hueso era su cuerpo…”).
Don Anicu, doña Iti son muy cuidadosos que desde muy temprano se encienda un fogón en el patio (nina átun), al que previamente han acondicionado con sus mejores pichanillas. Más tarde se dispones del mejor animal que tiene la majada para preparar “aicha canca” o el arquetípico “alcucu”, la comida ceremonial por excelencia.
Un dato que no es menor es moler grano en la tacana maciza de “yúraj tacko” procurando que en esa molienda se derrame un fino afrechillo que es la golosina más apetecida por esta deida “sachera”.
Acaso su nombre provenga sugiere -don Domingo Bravo- del sonido onomatopéyico de golpear el mortero; pero una afrenta imperdonable es simular moler grano en la tacana para engañaralo… “Chayraycu, tanicu piñacuscka ninat huanchipas mancasnin urmaschipan, tacana aitzschocan” (“Entonces, el Tanicu lleno de ira apaga el fuego, tumba la ollas y patea los morteros”).
Como a nadie se le ocurre preguntarle a Inti cuántos años tiene o a “ckellu sisa” desde cuándo y para quién está, el Tanicu como tradición. Que conserve el ropaje cucltural folclórico, pero que añora amargamente tiempos de esplendor y autosuficiencia. Las crónicas y algunas reliquias ya casi en ruinas, dan cuentas de una veintena de mellizos harineros, en su mayoría primitiva y rudimentaria, emplazados en la porción noroeste y norcentro del departamento Salavina a fines del siglo XIX y en la primera mitad de la centuria pasada. Trigo en Salavina, abundantes pobladores del rubio cerezal, alternando espacios con la siembra de “sara”, el maíz americano de “sara huiñaj” o Salavina…


Quichua santiagueño
En esa misma porción de tierra por donde fluye el “Mishqui Mayu”, norte y centro de Salavina, se arraiga fuertemente el quichua santiagueño donde paradójicamente lo hablan abuelos y nietos, y en la que toponimia y nombres de plantas ya animales señalan abrumadoramente esta presencia: Tala Yacu, Mishtol Pozo, Brecháyoj, Chinuna, Sabagasta, Huilla Pampa, Tacko Totoráyoj…
De aquellas fiestas agrarias celebradas entre la siembra, la siega y la trilla del trigo, han heredado el talante musical de estos pueblos, su idiosincrasia comunitaria de las que aún emergen valores actividades con componentes fuertemente axiológicos y un gran respeto por el paisaje ecológico reconocido en la recreación de lo mitológico que vincula a Salavina con sus raíces.
De los tiempos de “Ichuy Pacha” sólo quedan herrumbres “ichunas” que en algunos ranchos se les pueden ver colgados de los horcones o las soleras. “Los “piruaj” ya no almacenan granos, ni zapallos, ni ancos, ni sandías… son desmesuradas estructuras de suncho ennegrecidas por el tiempo y el olvido. Las “runis mmúyoj”, grandes piedras con un agujeros en el medio, altar rústico de la molienda, esparcidas por doquier.
Pero ha supervivido el “alucucu” el locro hecho en base a un sanco de trigo, con carne de majada rehogados en cebolla frita en grasa y con abundante pimentón y comino.
Mientras más denso, mejor el “alcucu” que se sirve el primer domingo de octubre, para conjurar que “Tanicu” no se apodere de los hogares con maldición de carestía…
Sino que se lo cuente Doña Dalmira Roldán de Farías, septuagenaria nacida en La Isla y vecina de Salavina, maestra en el arte de hacer guisar el “alcucu” y que según narra, lo aprendió de su madre y ella, de su abuela…
Hoy Saávina es un páramo d, no hay molinos, no hay trigos, casi nadie siembra maíz y ninguna especie vegetal como otrora. Pero ha quedado su quichua; su Mishqui Mayu, ampalagua fluvial milenaria; Julián Antonio y Benicio Francisco Díaz; la copla musical quichuista de don Sixto Palavecino, el calor y el color de su gente… Y en algún claro de la nada, unos “yuraj tacko”, “itines”, “mishtoles”, “Mishqui Mayu crayllitapi”, pan que los bailarines “alli micuscka” y el apego hacia el mundo del trabajo celebran hasta el paroxismo la ceremonia ancestral de la vida.